Cuando hablamos del aspecto corporal del Yoga, inmediatamente pensamos en Asana, palabra que proviene del Sánscrito y se traduce como “postura corporal”.
En la práctica de Asana, toda la atención se sitúa en la propia observación de la experiencia interna y sensaciones corporales que nos ayuda a dirigir los sentidos hacia una sola dirección disuadiéndolos del exterior.
La concentración, implícita en la observación corporal, nos permite habitar en la propia vivencia situándonos en el presente.
La conciencia corporal es uno de los mecanismos terapéuticos fundamentales de las llamadas terapias psicológicas de tercera generación.
Alexander Lowen con la colaboración de John Pierrakos, nos inician en el camino de la llamada Terapia Psicocorporal, la cual nos ha llevado en la actualidad a entender que nuestro cuerpo, el mayor depositario de nuestro inconsciente, somatiza las vivencias, traumas o dificultades que hayamos podido tener, conteniendo el cuerpo más información que la que nos brinda nuestro consciente. El estado consciente y la serenidad que nos proporciona Asana nos facilita el progresivo desarrollo de nuestras cualidades.
La atención enfocada en el cuerpo nos ofrece un sinfin de experiencias, las sensaciones físicas hacen resonar las emociones hacia un estado que puede ser o no de placer, poniéndonos frente a emociones básicas como el miedo, la inseguridad , la tristeza o la rabia, que ante una plena conciencia y actitud imparcial, nos permite encaminarlas hacia la confianza, alegría y fortaleza interior, contribuyendo a fomentar valores olvidados en la época que vivimos.
La conciencia corporal mediante la práctica de Asana, nos acerca a descubrir lo que realmente somos más allá de lo que creemos ser a raíz de lo que manifestamos: sensaciones, emociones, pensamientos…
Puesto en la práctica, Asana es mucho más que una postura física, su vivencia nos lleva hacia un estado de introspección sobre el propio cuerpo. Para que sus efectos sean realmente relevantes hay que tener presente principios básicos: precisión (corrección), duración (no más tiempo del conveniente), actitud (activar aquellas zonas corporales que son necesarias, relajando a la vez aquellas que no lo son para su ejecución).
Entendemos “actitud” no sólo como una forma de comportamiento, sino también como un gesto o posición corporal que refleja intención o estado de ánimo.
El cuerpo nos habla, se comunica, incluso nos instruye. Quien se encuentra emocional y vivencialmente libre también se siente corporalmente ligero. Una persona depresiva dice más con su cuerpo que con sus palabras. La tendencia postural está implícita con nuestra actitud y ésta es una “vía de dos direcciones”.
La práctica de ciertos Asanas nos llevara a estados o actitudes completamente diferenciadas.
Un Asana de apertura ofrece la liberación de una de las zonas que consideramos como más sensible vinculadas con nuestras emociones y asociadas con la reflexión, la voluntad… Siendo de efectos estimulantes, nos permite abordar los espacios hacia la confianza, aportando alegría y vigor, contribuyendo a desarrollar valentía y coraje.
Mientras que un Asana de cierre es de efecto moderador. Nos invita al recogimiento aportando descanso y predisponiéndonos, tal y como sucede con las invertidas, a estados de introspección y Meditación.
Yoga, su práctica nos lleva a establecer una comunicación con el propio cuerpo, conocer su funcionamiento físico y psíquico, aprender desde la conciencia corporal el conocimiento de nosotros mismos. Nos ayuda a hacer crecer de forma natural valores como la empatía, alegría, ecuanimidad y comprensión.
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